A la trompa del elefante se enrosca con su cola la cerda. Luego sigue el cuervo, a él se
engancha la zorra plateada. Y las abejas se rejuntan formando un denso enjambre: alre-
dedor de la peluda cola de la zorra hasta la cabeza de Tabaluga, rodeándola como una
ventosa. Después, el elefante comienza a trabajar con sus fuertes músculos y poco a poco
la cadena humana saca a Tabaluga de la grieta del glaciar. Ahí está ahora, medio congelado
y avergonzado.
Reconoce que ha llegado muy lejos. Esta vez ha tenido una auténtica suerte. Su salvación
fue la cadena de la amistad. Una cadena mucho más valiosa que cualquier otra; una cadena
que no se puede llevar ni regalar. Si los demás no le hubieran demostrado su verdadera
amistad, le habría ido mal. Y así se lo hacen sentir. La lección está aprendida. El pequeño
dragón piensa: ¿No ha regalado toda su suerte? Indeciso, Tabaluga mira a unos y a otros.
¿Quién tiene ahora razón? ¿Pero no lo ha hecho a gusto? Y sin embargo: ¿Estuvo bien rega-
lar así los regalos de los demás? ¿Se puede hacer eso con las cosas que salen del corazón?
Tabaluga se siente de pronto lleno de dudas, miserable y mal.
Mientras los otros se ponen cada vez más furiosos y le hacen reproches, se acerca un in-
vitado que llega con retraso. Se trata de Nessaja, la tortuga blanca, que, acompañada por
dos flamencos, entra en el claro del bosque dirigiéndose hacia Tabaluga. A sus saludos los
flamencos abren sus alas y, bajo ellas, aparece un lujoso espejo. "Mi regalo de cumpleaños
para ti", le dice Nessaja. "Mírate en él. Te va a decir cómo te van las cosas. Pero ten cuida-
do, el espejo habla de for-
ma enigmática". Tabaluga
observa su imagen refle-
jada en el espejo. Raro, se
va cambiando con la respi-
ración. ¿Es ése realmente
el Tabaluga que creía ser
hace unos minutos, el or-
gulloso dragón que podía
andar por Grünland con
la cabeza erguida y al que
todos querían? Lo que ve
ahora es horrible: un es-
perpento de un dragón,
una rata miserable que no
da ningún valor a la amistad, un puñado de desgracia que duda de sí mismo. Si hasta el
pájaro de mal agüero parece más feliz que él. Y desde lejos oye la voz de Nessaja: ¡Ahora
depende de ti, Tabaluga! Te puedes liberar de tu reflejo.
Y, decidido, reacciona: Retrocede un par de pasos, apunta cuidadosamente, respira pro-
fundamente y toma impulso. Cada ve va más rápido y finalmente salta lleno de fuerza
en su propio reflejo. Tabaluga aterriza en... nada. La noche oscurale rodea. En el silencio
resuena la voz de Nessaja: "¿Cómo te sientes ahora sin tu segundo yo, Tabaluga? ¿Puedes
volver a pensar con claridad? ¿No has regalado tu suerte? ¡Piénsalo bien! ¿Eres ahora feliz,
Tabaluga? Después de una pausa responde el pequeño dragón, respirando profundamente
para alcanzar su tamaño anterior: "Ay, no me fío de un espejo cuando se trata de mí mis-
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